martes, 8 de noviembre de 2011

Teoría de género como instrumento de análsis

Delimitaciones y definiciones posibles
Aproximarse a la teoría de género como herramienta de investigación hace necesario definir algunos conceptos básicos, que nos permitan disponer de  distintas categorías como instrumentos de  análisis, y delimitar ciertos criterios de su uso.

 Género y sexo
El término “género” es utilizado por las ciencias sociales desde la década del 50 cuando  John Money (1955)  introdujo la expresión  gender role para describir las conductas sociales atribuidas a hombres y mujeres.
Las reflexiones sobre género suponen un rastreo constante de las implicaciones sociales y subjetivas que tiene ser varón o mujer en una cultura dada, aunque muchas de ellas sean entendidas a veces como naturales.
Una de las primeras distinciones que debemos hacer es la que diferencia sexo de género.  La diferencia central entre estos conceptos estriba en que “el sexo queda determinado por la diferencia sexual inscrita en el cuerpo, mientras el género se relaciona con los significados que cada sociedad le atribuye” (Burin & Meler, 2009.p. 20).
Desde un punto de vista descriptivo, asumimos que los modos de actuar, pensar y sentir de cada género son construcciones sociales pre-asignadas diferencialmente a hombres y mujeres desde temprana edad, que hacen que los individuos internalicen ciertas pautas de conducta social que determinan la femineidad y la masculinidad en una sociedad dada.
 Podríamos aproximarnos a una definición de género siguiendo a Burin & Meler como “la red de creencias, rasgos de personalidad, actitudes, valores, conductas y actividades que diferencian a mujeres y a hombres” (op.cit., p.21).  Esta red de significaciones se ordena a partir de una lógica binaria (masculino/femenino, hombre/mujer) en la que un elemento define a su contrario al establecer la diferencia en términos de “o lo uno o lo otro”. El elemento que ocupa el lugar central (Uno) establece una relación jerárquica superior con respecto al segundo (Otro). Según esta lógica, un término ocuparía un lugar dominante, la posición de sujeto, y el otro término sería desplazado a la posición de objeto[1].
 Este sistema de oposición binaria y jerárquica es analizado por la teoría de género para hacer visible que esta lógica ha sido construida en un proceso histórico y que no es natural, y para denunciar que “los estereotipos de género se elaboran asociando género y naturaleza” (Guasch, 2007. p.92).
Hay tres características que podemos atribuir al concepto de género como categoría de análisis. La primera  es entenderlo como elemento relacional, por lo que siempre aparece marcando su conexión y nunca de forma aislada. También debemos  considerar que esta relación, de tipo binaria, es construida social e históricamente a través de diversos mecanismos y no es un hecho natural. Por último, es importante recordar que no podemos hablar de género de forma pura; utilizar el concepto de género como elemento totalizador vuelve invisibles otros aspectos que cruzan al sujeto  y que definen la subjetividad humana como la raza, la clase social, la religión.


[1] Entiende Derridá que  el gesto inicial de la configuración binaria del mundo  se da en la Grecia clásica  en la concepción del ideal de verdad como unidad de “logos / phoné” y  “ethos /eidos”, y que  las configuraciones del pensamiento contemporáneo nunca abandonan ese anclaje del logocentrismo.  La distinción platónica en Fedro, entre habla y escritura, supone el habla como más cercana al ideal de verdad y más alejada del mundo sensible (materialidad). “El privilegio del habla se funda en el binarismo significado/significante, que implica una concepción secundaria para la escritura en tanto que derivada, exterior y representativa; la escritura es definida como un signo de un signo” (Ferro, 2009 p.70).
La dualidad establecida así entre lo “inteligible/sensible” sirve de fundamento para una serie de oposiciones binarias que evidencian un orden jerárquico en el que un término aparece como lo fundamental, el centro, el origen, en detrimento de otro término: contenido/forma, alma/cuerpo, naturaleza/cultura etc. El término privilegiado implica una presencia superior, pertenece al orden del logos; el inferior está marcado por la degradación. Siguiendo a Derridá, una oposición de conceptos metafísicos nunca es el enfrentamiento entre dos términos, sino una jerarquía y el orden de una subordinación.
El ejercicio de desconstrucción propuesto por Derridá implica justamente romper el espíritu binario y la dependencia jerárquica como se ha entendido la historia de Occidente. La teoría de género entiende que la construcción  binaria  hombre/mujer  y heterosexual/homosexual obedece a una lógica jerárquica y es una producción sexista en el primer caso y homofóbica en el segundo. En ambos casos hay un término que no está marcado y que por lo tanto no es problematizado (designa la categoría a la que se supone que todo el mundo pertenece: la norma) y  otro término que sí está marcado y por lo tanto derivado o subordinado (que designa a la categoría de personas que se diferencian en algo  de las personas normales, no marcadas). Cuando estamos frente a una relación binaria existe un término “que es” y otro obligatoriamente que se define como “el que no es” y el primero se normaliza como hegemónico y válido. “El término marcado funciona no como un medio para denominar una clase de personas real o determinada, sino para delimitar y definir, por negación y oposición, el término no marcado. El término ‘homosexualidad’ (…) no describe una cosa singular y estable, sino que funciona como un espacio sin contenido determinado que puede ser llenado con un conjunto de predicados lógicamente contradictorios y mutuamente incompatibles, cuya conjunción imposible no se refiere tanto a un fenómeno paradójico del mundo, como a los límites que marca del término opuesto, ‘hetererosexualidad’, porque ambos términos no representan un par verdadero, dos contrarios con mutuas referencias, sino una oposición jerárquica en la que la heterosexualidad se define constituyéndose como la negación de la homosexualidad.” (Halperin, 2007. pp.65)


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