martes, 8 de noviembre de 2011

Teoría de género como instrumento de análsis.(segunda parte)

Masculinidad, virilidad
Una vez establecidas las principales características que definen el concepto de género como categoría analítica, podemos empezar a establecer otras distinciones. Si asumimos que el género funda y delimita las acciones, la subjetividad y las formas de pensamiento de hombres y mujeres a través de una serie de dispositivos sociales incorporados durante el proceso de socialización, es posible intentar un rastreo de aquellos conceptos asociados al de “hombre” para encontrar categorías de análisis más precisas.
 Una primera aproximación podría distinguir las diferencias  entre  términos generalmente usados para describir al sujeto varón y la masculinidad, aunque muchas veces sin que se haga una distinción intelectual precisa entre ellos: identidad masculina, hombría, virilidad y roles masculinos.
En un primer intento de delimitación conceptual, podemos decir, siguiendo a Gutmann (2000), que la identidad masculina es cualquier cosa que los hombres piensen y hagan (acciones que definen cualquier identidad, más allá  del sexo)[1],  mientras  que la hombría  se puede definir como todo aquello que los hombres piensan y hacen para ser hombres. El concepto de virilidad plantea que, en toda sociedad, algunos hombres, ya sea de manera inherente o por adscripción, son considerados más “hombres” que otros (fuerza física, capacidad de guerrear, heterosexualidad, etc.) Ateniéndonos a los roles que tradicionalmente se asocian al concepto de masculinidad, debemos entender su estrecha vinculación con las relaciones establecidas entre los géneros, por lo que desde esta perspectiva se considerará la masculinidad como aquello que no son las mujeres.
Siguiendo a Guasch, la masculinidad dominante en una sociedad, la forma de ser varón que pretende ser hegemónica, es el resultado de una serie de estrategias sociales mediante las cuales los hombres se reconocen y respetan entre sí. Esas estrategias integran diversas prácticas discursivas y cierta exteriorización ritual del sexismo, la misoginia y  la homofobia. La masculinidad dominante se establece así  en oposición a  otros grupos a los que les atribuye un estatus social inferior (mujeres, niños, homosexuales, minusválidos, etc.).
A pesar de esa masculinidad dominante que actúa como juego de complicidad entre ciertos varones, y que establece una dinámica de centro y periferia  asociada a relaciones de poder  con la exclusión de otros varones que no se ajustan al modelo, es necesario complejizar el sistema:
Hay que entender la masculinidad como el resultado de las estructuras de género (tanto sociales como simbólicas) que organizan la identidad y los roles de los varones, al margen de que cumplan o no los modelos de género socialmente previstos (…) La masculinidad es un todo que engloba tanto las normas de género como sus desviaciones. (…) Al fin y al cabo lo que los psiquiatras llaman homosexualidad masculina es una más de las múltiples formas de ser varón previstas por nuestra sociedad. (Guasch. op.cit., p.87)

Si entendemos al género como un sistema relacional y como constructo socio-histórico en permanente cambio, es necesario tener en cuenta que las formas hegemónicas de construirse varón cambian, no sólo históricamente  y en distintas sociedades, sino que conviven con otras posibilidades  dentro de un mismo período histórico y en un mismo lugar. Se hace necesario para eso desnaturalizar el concepto, enmarcarlo políticamente y estudiar las relaciones de poder que  permiten subordinar a quienes no se ajustan al modelo hegemónico.
El concepto de masculinidad está sometido a un proceso de elaboración teórica y política constante en Occidente. Los movimientos feministas y, posteriormente, el movimiento gay, lo tomaron como instrumento de análisis sociológico para dar cuenta del género como elemento de la estructura social constituido por una serie de significados que cada sociedad le atribuye.
 La coexistencia de distintas expresiones de la masculinidad hace necesario que pluralicemos el término y hablemos de masculinidades, ya sean mayoritarias y hegemónicas, o no.


[1] Bajo esta perspectiva podemos preguntarnos ¿cuál es la identidad de una mujer que piensa y actúa en forma idéntica a un hombre? 

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